La auténtica musulmana no olvida  que está moralmente obligada a realizar todos los deberes religiosos que  Allah                      le ha implementado efectuar. Con respecto a esto, su situación es la misma que  la de un hombre, y no existe diferencia alguna entre ellos, a excepción de unas  pocas regulaciones que se aplican con exclusividad ya sea a los hombres o a las  mujeres. Aparte de esto, los hombres y las mujeres son igualmente responsables  ante Allah 
.  Para el caso, Allah dice:
[Allah les tiene reservado Su perdón y una gran  recompensa a los musulmanes y las musulmanas, a los creyentes y las creyentes, a  los piadosos y las piadosas, a los justos y las justas, a los pacientes y las  pacientes, a los humildes y las humildes, a aquellos y aquellas que hacen  caridades, a los ayunadores y las ayunadoras, a los pudorosos y las pudorosas, y  a aquellos y aquellas que recuerdan frecuentemente a Allah.]  (33:35)
[Al creyente que obre  rectamente, sea varón o mujer, le concederemos una vida buena y le  multiplicaremos la recompensa de sus obras.]  (16:97)
[Su Señor les respondió sus súplicas y dijo: No  dejaré de recompensar ninguna de vuestras obras, seáis hombres o mujeres.  Procedéis unos de otros. Aquellos que emigraron, fueron expulsados de sus  hogares, padecieron por Mi causa, combatieron y cayeron, les absolveré sus  faltas y les introduciré en jardines por donde corren los ríos. Esta es la  recompensa que Allah les concederá. Allah posee la más hermosa  recompensa.]  (3:195)
   En cualquier lugar que aparezca la  frase "Iâ aiiuhâ an nâs" (¡Oh, gente! ¡Oh, humanidad!), ya sea en el  Corán o en el Hadîz, esto quiere decir que abarca tanto a los hombres  como a las mujeres. Una evidencia a esta afirmación puede ser encontrada en el  Hadîz narrado por el Imâm Muslim proveniente de la esposa del  Profeta Umm Salamah ,  quien dijo:
"Solía  escuchar a la gente hablar sobre Al haud (el estanque), y  nunca lo había escuchado de boca del Mensajero de Allah                .  Cierto día, mientras una jovencita estaba peinando mis cabellos, escuché decir  al Mensajero de Allah: "¡Oh, gente!" En ese instante le dije a la jovencita:  "Déjame a solas ahora." Ella dijo: "Ese llamado es solamente para los hombres,  él no está llamando a las mujeres." Dije yo: "Yo soy parte de la gente." El  Mensajero de Allah 
  dijo: "Yo soy quien estará en el estanque (en la vida del más allá) ante  vosotros. Así, que debéis ser cuidadosos, no sea que uno de vosotros venga hacia  mí y sea empujado afuera como un camello extraviado. Yo preguntaré la razón por  la cual estarán allí, y se me dirá: 'Tú no conoces qué innovaciones fraguaron  después de tu muerte,' y yo diré: ''¡Íos, íos con aquel que cambió (la religión)  después de mi muerte!"  [1]
   Tanto hombres como mujeres son  iguales ante Allah   y ambos deben hacer caso a Sus mandatos y prohibiciones. Por ello, la mujer  musulmana hace lo que Allah 
  ha dictado y se mantiene fuera de lo que Él ha prohibido, con la creencia de que  le será preguntado acerca de lo que ella hizo en esta vida: si fueron buenas  acciones, será algo bueno para ella, pero si fueron malas acciones, entonces se  tornará en algo malo para ella. La creyente no transgrede los límites prescritos  por Allah 
  y no realiza nada que sea harâm (ilícito). Siempre busca la resolución de  Allah 
  y Su Mensajero, y la acepta, sin importar lo que a ella le suceda en esta  vida.
    La historia  islámica está repleta de episodios de grandes mujeres que se preocupaban por  acatar el mandato de Allah en todo momento, sin desviarse del mismo y sin buscar  alternativas. Entre esos episodios está el de Jaulah Bint Za‘labah  y su esposo Aus Ibn As Sâmit, narrado por Ahmad y  Abû Dâûd, y citado por Ibn Kazîr en su tafsîr al comienzo  de sûrah Al Muyâdilah. Dijo Jaulah:
"¡Por  Allah! En lo relativo a mí y a Aus Ibn As Sâmit, Allah    reveló el comienzo de Sûrah Al Muyâdilah. Estaba casada con él, siendo un  hombre viejo y de mal carácter. Un día, él entró y yo saqué un tema en  particular con él nuevamente; entonces, él se enojó y dijo: 'Tú eres para mí  prohibida como mi madre.' Después de eso, salió afuera y se sentó por un rato en  la asamblea de su pueblo. Luego regresó y quiso reanudar relaciones maritales  conmigo. Yo le dije: '¡De ninguna manera! Por Aquel en Cuyas manos está el alma  de Juailah (es decir Jaulah), que tú nunca obtendrás lo que  quieres de mí, después de decir lo que dijiste, o hasta que Allah 
  y Su Mensajero decidan sobre nosotros.' Él trató de forzarme entonces, pero fui  capaz de resistir, pues era una mujer joven y él era un hombre viejo y débil.  Así que lo empuje alejándolo de mí, y luego fui a la casa de una de mis vecinas  y pedí prestada una capa para dirigirme hacia el Mensajero de Allah 
.  Me senté ante su presencia, hablándole sobre lo que mi esposo me había hecho, y  comencé a quejarme ante él por mis sufrimientos, a causa del mal temperamento de  mí esposo. El Mensajero de Allah 
  dijo: '¡Oh, Juailah! Tu primo es un hombre anciano, así que teme a Allah  en tu relación con él.' Yo (Juailah) no lo abandoné hasta que fue  revelado el Corán en lo concerniente a mí. Él (Muhammad) se encontraba exhausto  tal como habitualmente estaba cuando le era revelado algo, y cuando terminó me  dijo: ¡Oh, Juailah! Allah reveló el Corán en lo referente a ti y a tú  marido.' Luego me recitó lo siguiente:
[Ciertamente Allah oyó las  palabras de quien discutía contigo [¡Oh, Muhammad!] acerca de su esposo y se  quejaba por su aflicción ante Allah [pues la había repudiado] y Allah bien oye  vuestro diálogo. Porque Allah es Omnioyente, Omnividente. Quienes de vosotros  digan a sus mujeres: ¡Eres para mí tan ilícita como mi madre![2]  Sepan que ellas no son vuestras madres. Sólo son vuestras madres quienes os han  dado a luz. Lo que dicen es reprobable y falso. Pero Allah es Remisorio,  Absolvedor. Quienes repudien a sus mujeres diciéndole: ¡Eres para mí tan ilícita  como mi madre! Y luego se retracten, deberán liberar a un esclavo [como  expiación] antes de cohabitar nuevamente. Así es cómo se os escarmienta.  Y sabed que Allah está bien informado de cuanto hacéis. Pero quien no pueda  hacerlo, deberá ayunar dos meses seguidos antes de cohabitar nuevamente. Y quien  no pueda  [ayunar],  deberá alimentar a sesenta pobres. Si respetáis estos preceptos se afianzará  vuestra fe en Allah y en Su Mensajero. Éstas son los preceptos de Allah. Y los  incrédulos [quienes no los siguen] recibirán hay un castigo  doloroso.] (58:1-4) 
Él me dijo a continuación: 'Que libere a un esclavo.' Le dije: '¡Oh,  Mensajero de Allah! Él no tiene los medios para hacer eso.' Me dijo: 'Entonces  que ayune por dos meses consecutivos.' Le dije: '¡Por Allah! Es un hombre viejo,  y no está capacitado para hacer eso!' 'Entonces que alimente a sesenta  menesterosos con un uasq [3]de dátiles.' Le dije: '¡Oh, Mensajero de Allah! Él no tiene lo  suficiente.' Luego dijo: 'Entonces, nosotros lo ayudaremos con un farâq  [4] de dátiles.' Yo dije: 'Y yo lo ayudaré con otro farâq, Mensajero  de Allah.' Él dijo: 'Tú haz hecho lo correcto y lo hiciste bien. Ve y repártelo  en caridad de parte suya, luego cuida de tu primo debidamente.' Y yo acaté  eso."[5]
   Jaulah Bint Za‘labah  no podía soportar estar un momento más con su marido, después de haberle dicho  que era prohibida para él como su propia madre, lo cual era una forma de  divorcio en el tiempo de la yâhiliiah. De ese modo, se decidió a contar  su problema al Profeta ,  a fin de conocer cómo juzgaría Allah 
  a ella y a su marido. Ella ni siquiera tenía una vestimenta adecuada para salir  y presentarse ante el Profeta 
,  así que le  pidió prestado un manto  a una de sus vecinas, y salió apresuradamente hacia donde el Profeta se  encontraba sentado, para poder escuchar el veredicto de Allah 
  en lo relativo a ella, y luego acató dicho veredicto.
   No constituyó una sorpresa que  esta gran mujer gozara de tan alta reputación entre los Sahâbah,  quienes fueron sus contemporáneos y conocían sus virtudes, y por encima de todos  ellos se encontraba ‘Umar Ibn Al Jattâb  .  En cierta ocasión, ella lo encontró afuera de la mezquita cuando estaba junto a  Al Yârûd Al ‘Abdi. ‘Umar, quien ya era Jalîfah en ese  tiempo, la saludó y ella le dijo: "¡Oh, ‘Umar! Te recuerdo desde cuando  eras llamado ‘Umair en el mercado de ‘Ukâdh, y cuidabas los  corderos con tu bastón. Teme a Allah 
  en tu puesto como Jalîfah para cuidar al pueblo, y sabe que quien teme la  amenaza de castigo en la vida futura, se da cuenta de que no es algo muy lejano.  Y quien teme a la muerte, teme perder alguna oportunidad en esta vida." Al  Yârûd dijo: "¡Mujer, tú le has hablado con demasiada severidad a Amîr Al  Mu'minîn!" ‘Umar le dijo: "Déjala en paz. ¿Acaso no sabes que ella es  Jaulah, cuyas palabras son escuchadas por Allah desde arriba de los siete  cielos? ¡Por Allah! Que ‘Umar debe entonces, con más razón,  escucharla."
   Ibn Kazîr menciona en su  Tafsîr que cierta vez un hombre le dijo a ‘Umar, mientras lo veía  como estaba dando una calurosa bienvenida a Jaulah y la escuchaba hablar:  "¿Dejaste a un hombre de Quraish para venir con esta anciana  mujer?" A lo que ‘Umar replicó: "¡Ay de ti! ¿Sabes acaso quién es?" El  hombre contestó: "No" ‘Umar le dijo: "Esta es una mujer cuyas quejas son  escuchadas por Allah   por encima de los siete cielos, ella es Jaulah Bint Za‘labah. ¡Por Allah!  Si ella no quisiera abandonarme hasta que caiga la noche, no le diría que se  vaya hasta tanto obtenga lo que vino a buscar, a menos que llegué el momento de  la oración. En tal caso rezaría, y luego regresaría a ella, hasta que obtenga lo  que vino a buscar."
   La fiel mujer musulmana, siempre  tiene presente las palabras de Allah :
[Un verdadero creyente o a una verdadera creyente  no deben, cuando Allah y Su Mensajero hayan dictaminado un asunto, actuar en  forma contraria; y sabed que quien desobedezca a Allah y a Su Mensajero se habrá  desviado evidentemente.]  (33:36)
    La obediencia a Allah   y a Su Mensajero es mucho más importante que los propios caprichos y deseos de  una persona, ya que viene antes del placer y de la elección individual.  Zainab Bint Yahsh 
  estableció el mejor ejemplo de obediencia a los mandatos de Allah 
  y Su Mensajero, cuando el Profeta 
  le pidió que se casará con su esclavo liberto e hijo adoptivo Zaid Ibn  Hârizah. Este casamiento logró dos propósitos legislativos  (tashrî‘i):
(1)     Alcanzar  la igualdad total entre la gente: La hermosa mujer de la tribu de  Quraish, una de las hijas nobles de ‘Abd Ash  Shams y prima del Profeta, se casó con un esclavo liberto. Los  esclavos libertos eran la clase baja de la población; en realidad las  diferencias entre clases eran tan grandes y profundas, que nada podía abolirlas  excepto un acto público decisivo por parte del Profeta ,  al que la comunidad musulmana habría de tomar como ejemplo, para que esas  barreras sean derribadas y la gente no sea vista como superior o inferior,  salvo, en términos de su nivel de taqua.
(2)    Abolir la costumbre de la adopción, la  cual estaba extendida en la época de la yâhiliiah. De allí que el Profeta  se casó con Zainab, después de haberse divorciado de su hijo  adoptivo Zaid, para demostrar en términos prácticos, que si  Zaid hubiera sido su verdadero hijo, Allah   no le habría ordenado en el Corán que se casara con  Zainab.
   La elección recayó en  Zainab, la prima del Profeta ,  a fin de lograr estos dos objetivos legislativos dentro del ambiente de la  familia del Profeta 
,  y para que la gente pueda aceptarlos en obediencia al mandato de Allah  
  y Su Mensajero 
.  Cuando él la escogió para ser la esposa de Zaid Ibn Hârizah, a  ella no le agradó la idea, y dijo: "¡Oh, Mensajero de Allah! Nunca me casaré con  él, pues soy una noble de la tribu de ‘Abd Ash Shams." El  Profeta 
  le replicó con calma pero firmemente: "Tienes que casarte con él" Mientras  estaban discutiendo el asunto, Allah 
  reveló a Su Mensajero 
  lo siguiente:
[Un verdadero creyente o a una verdadera creyente  no deben, cuando Allah y Su Mensajero hayan dictaminado un asunto, actuar en  forma contraria; y sabed que quien desobedezca a Allah y a Su Mensajero se habrá  desviado evidentemente.]  (33:36)
   Entonces Zainab,  aceptó la orden de Allah   y Su Mensajero, y dijo: "No desobedeceré a Allah 
  ni a Su Mensajero, y me entregaré en matrimonio a  él."
    Posteriormente, las  diferencias entre Zainab y Zaid los condujeron al  divorcio. Cuando Zainab completó su ‘Iddah, Allah    reveló la siguiente aleya:
[Y recuerda [¡Oh, Muhammad!] cuando dijiste [a Zaid Ibn Hârizah] a quien Allah había agraciado  [con el Islam], y tú habías favorecido [liberándolo de la esclavitud]: Quédate  con tu esposa, y teme a Allah; ocultaste así lo que Allah haría manifiesto  porque temiste a lo que diría la gente, pero Allah es más digno de ser temido.  Cuando Zaid termine con el  vínculo conyugal [y su ex esposa haya concluido con el tiempo de espera luego  del divorcio], te la concederemos en matrimonio para que los creyentes no tengan  ningún impedimento en casarse con las ex esposas de sus hijos adoptivos si es  que éstos deciden separarse de ellas, y sabed que esto es un precepto de Allah  que debe ser acatado.]  (33:37)
   El Profeta   recitó esta aleya sonriendo, luego dijo: "¿Quién irá hacia Zainab  y le comunicará las buenas nuevas? Pues Allah 
  ha dispuesto mi casamiento con ella desde el  cielo."
   Fue como si Allah   hubiera premiado a Zainab por su absoluta obediencia a Allah  
  y a Su Mensajero. Ella había aceptado la decisión de casarse con  Zaid, y luego se convirtió en la esposa del Profeta 
,  por el mandato de Allah en una aleya que los musulmanes siempre recitarán cuando  rindan culto a Allah 
,  ya que seguirán recitando el Corán hasta el final de los tiempos. Este honor le  fue conferido solamente a Zainab, quien fue la única de entre las  esposas del Profeta 
  que recibió tal gracia. Ella estuvo orgullosa del favor de Allah 
  hacia ella, y acostumbraba a ufanarse ante las otras esposas del Profeta  diciendo: "Vuestras familias arreglaron vuestros matrimonios, pero Allah  
  dispuso mi casamiento desde arriba de los siete cielos."[6]
[1]  Sahîh Muslim,  15/56, 54, Kitâb al fadâ'il, bâb haud nabiina ua  sifatuhu.
[2]  La aleya hace referencia al  Dhihâr, que era una forma de repudio a  la mujer en la yâhiliiah en donde el marido le decía a su esposa: "Tú  eres para mí prohibida como mi madre." De acuerdo a las costumbres árabes  preislámicas, esto liberaba al esposo de sus obligaciones matrimoniales, pero  aprisionaba efectivamente a la mujer pues no tenía la libertad de abandonar la  casa de su marido o casarse de nuevo; además, el marido no estaba obligado a  sustentar a los hijos del matrimonio. El Corán abolió claramente esta práctica  cruel y opresiva.
[3]  Uasq: La cantidad de dátiles que  una palmera podía producir en una temporada.
[4]  Farâq: Una medida de peso  equivalente aproximadamente a 60 kilogramos. (Autor)
[5]  Ver Mujtasar Tafsîr Ibn  Kazîr, 3/459, Sûrah Al Muyâdilah 58: 1-4 (Editado por Dâr Al  Qur'ân Al Karîm, Beirut)
[6] Ver Fath Al Bâri', 13/402, Kitâb at tauhîd, bâb ua kâna ‘arshuhu ‘ala al mâ'.
 
 

 
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