Moderación con la comida y la  bebida
   La musulmana  cuida bien de su cuerpo, promoviendo su buena salud y vigor. Ella es activa, no  es endeble ni excedida de peso. Por tal razón, no come en exceso, solamente come  lo necesario para mantener su salud y energía. Esto es en concordancia con la  guía de Allah                                                       en el Corán:
[Y comed y bebed con mesura, porque Allah no ama a  los inmoderados.]  (7:31)
  El Profeta  también aconsejaba la moderación en la comida y la bebida:
"No hay peor receptáculo  que los hijos de Adán llenen por demás que sus propios estómagos. Pero si deben  llenarlo, entonces que asignen un tercio para la comida, un tercio para la  bebida y un tercio para el aire".[1]
‘Umar   dijo:
"Tened cuidado de llenar  vuestros estómagos con comida y bebida porque es dañino para el cuerpo y causa  dolencia y pereza a la hora de efectuar las oraciones. Sed moderados tanto en la  comida como en la bebida, pues es más saludable para vuestros cuerpos y os ayuda  a erradicar de vosotros la prodigalidad. Allah  detesta al  hombre gordo (es decir quien se deleita con una vida de lujos, entre ellos la  buena comida en demasía), y quien prefiera sus deseos por sobre su religión se  habrá condenado."[2]
   La musulmana,  también se pone a resguardo de las drogas y de los estimulantes, especialmente  los que son claramente conocidos como Harâm, y evita los malos hábitos que muchas mujeres han  adquirido en las sociedades desviadas de la guía de Allah   y Su Mensajero. Por ejemplo, permanecer hasta tarde por la noche para  desperdiciar el tiempo en recreaciones ociosas. Ella preferentemente se va a  dormir temprano y se levanta temprano para comenzar las actividades del día con  energía y entusiasmo. No debe debilitar su energía permaneciendo largas horas  por la noche y con malos hábitos. Ella siempre se mantiene activa y eficiente  para que sus quehaceres del hogar no la agoten, y pueda cumplir con sus  objetivos.
   Ella  comprende que la creyente fuerte es más amada por Allah   que la creyente débil, así como lo enseñó el Profeta 
.  Siempre procura fortalecer su cuerpo por medio de una modo de vida  saludable.
Ella practica ejercicios  regularmente
   La mujer  musulmana no debe olvidar mantener su buena condición física y energía,  siguiendo las saludables prácticas recomendadas por el Islam. Pero no se  encuentra satisfecha solamente con lo natural, es decir, una dieta saludable  referida anteriormente. Ella también sigue un plan organizado de ejercicios  apropiados para su condición física, peso, edad y posición social. Estos  ejercicios le proporcionan a su cuerpo agilidad, belleza, buena salud, fuerza e  inmunidad a la enfermedad. Esto la predispondrá mejor para llevar a cabo sus  obligaciones, y la volverá más apta para cumplir su rol en la vida, ya sea como  esposa o como madre, sea joven o anciana.
Su cuerpo y sus vestidos están  limpios
   La musulmana  que verdaderamente observa las enseñanzas del Islam mantiene su cuerpo aseado y  sus vestimentas muy limpias. Se baña con frecuencia, en conformidad con la  enseñanza del Profeta  quien aconsejaba a los musulmanes  tomar baños, especialmente los viernes: "Tomad un baño los viernes y lavad  vuestras cabezas aunque no estéis en estado de yanâbah (impureza,  por ejemplo después de tener relaciones sexuales), y usad perfume".[3]
"Quien asista a la  oración del viernes, sea hombre o mujer, debe tomar un baño (gusl)".[4]
   El Profeta  colocó  tal énfasis en la pulcritud y en el baño que algunos de los A'immah  consideraron la realización del gusl antes de la oración del viernes como algo  obligatorio (uâyib). Abû Hurairah 
 relató que el Profeta 
 dijo:
"Es deber de todo  musulmán tomar un baño (al menos) una vez cada siete días, y lavar su cabeza y  su cuerpo".[5]
   La pulcritud  es una de las exigencias más esenciales para la gente, especialmente en las  mujeres, y es uno de los más claros indicadores de un carácter íntegro y  agradable. La pulcritud hace a una mujer más agradable, no sólo para su esposo,  sino también para sus amigas y parientes.
El Imâm Ahmad y An Nasâ'i  informaron que Yâbir  dijo:
"El Mensajero de Allah   vino a visitarnos, y vio a un hombre que estaba usando  ropas sucias. Él dijo: ‘¿Acaso esta persona no encontró nada con que lavar sus  ropas?’"
   El Profeta   odiaba ver gente salir en público usando ropa sucia cuando  eran capaces de lavarlas. Por este motivo él llamó la atención sobre el hecho de  que los musulmanes siempre debían estar limpios, elegantes y agradables a la  vista.
Esta enseñanza dirigida a los hombres, se dirige con mayor énfasis a las mujeres, a quienes habitualmente se piensa como más aseadas, y son la fuente de felicidad y tranquilidad en el hogar. No existe duda alguna que el profundo sentido de pulcritud de la mujer también se refleja en su hogar, su esposo y sus niños, porque es a través de la virtud de su preocupación por la pulcritud que ellos serán limpios y pulcros.
Ningún investigador de ninguna época o país pudo percatarse de que esta enseñanza que estimula la pulcritud y limpieza surgió hace quince siglos en una época en que el mundo casi no conocía tales hábitos higiénicos. Mil años después, el mundo no musulmán todavía no alcanzaba el nivel de pulcritud que los musulmanes habían alcanzado.
En su libro Min ar riqq ila as siâdah, Sâmihah Âi Uîrdi nos dice: "No hay necesidad de regresar atrás hasta el tiempo de las cruzadas para conocer el nivel de civilización en la Europa de ese tiempo. No necesitamos volver más allá en el tiempo hasta los días del Imperio Otomano para comparar entre los otomanos y los europeos, y ver a qué nivel había llegado la civilización otomana".
"En 1624, el príncipe de Brandeburgo escribió lo siguiente en las invitaciones a un banquete que envió a otros príncipes y nobles: 'Se pide a los invitados no hundir sus manos hasta el codo en los platos, no arrojar comida detrás de ellos, no lamer sus dedos, no escupir en sus platos, y no sonar sus narices sobre los bordes de los manteles'".
La autora añade: "Estas palabras indican claramente el nivel de civilización, cultura, sabiduría y modales entre los europeos". Al mismo tiempo, en otra parte de Europa, la situación no era muy diferente. En el palacio del rey de Inglaterra, Jorge I, el olor desagradable que emanaba de las personas del rey y su familia abrumaba la grandeza de sus finos vestidos franceses de encaje. Esto era lo que sucedía en Europa. Mientras tanto, en Estambul, los embajadores europeos autorizados por el estado otomano, debían bañarse antes de poder aproximarse al sultán. Alrededor del año 1730, durante el reinado del sultán Ahmad III, cuando el estado otomano entró en un declive político y militar, la esposa del embajador inglés en Estambul, Lady Montague, escribió muchas cartas, que más tarde fueron publicadas, en las cuales describe el nivel de limpieza, buenos modales y elevados criterios de los musulmanes. En una de sus memorias escribió que la princesa otomana Hafîdhah le había dado como regalo una toalla bordada a mano. A ella le gusto tanto que no pudo reprimirse de limpiar su boca con ella. Además, los europeos estaban particularmente asombrados por el hecho de que los musulmanes solían lavar sus manos antes y después de cada comida. Para finalizar, nos es suficiente con leer las palabras de la famosa enfermera inglesa Florence Nightingale, describiendo los hospitales ingleses de mediados del siglo XIX, donde remarca cómo estaban llenos de suciedad, negligencia, y decadencia moral mientras las alas de estos hospitales estaban llenas de gente enferma, a quienes no podían auxiliar. Por eso, ellos respondían al llamado de la naturaleza sobre sus camas...[6]
   ¡Qué gran  contraste existe entre la refinada civilización del Islam y las demás  civilizaciones humanas!
Ella cuida su boca y sus  dientes
   La musulmana  inteligente cuida su boca, pues nadie tiene que percibir un desagradable olor  proveniente de ella. La musulmana se lava los dientes con un siuâk, un cepillo  de dientes y una pasta dental después de cada comida. Ella verifica sus dientes  y visita al dentista al menos una vez al año aunque no sienta ningún dolor, a  fin de mantener sus dientes saludables y fuertes. Además, consulta a los  otorrinolaringólogos ("los doctores especializados en oídos, nariz y garganta)  si es necesario, para que su respiración permanezca limpia y fresca. Esto es lo  más conveniente para una mujer.
‘Â'ishah  solía ser muy aplicada en el cuidado  de sus dientes. Ella nunca se olvidaba de limpiarlos con un siuâk, tal como Al Bujâri y Muslim  relataron de cierto número de Sahâbah.
Al Bujâri relató de ‘Uruah  vía Muyâhid:
"Escuchamos a ‘Â'ishah, la Madre de los Creyentes, limpiando sus dientes en el  cuarto..."[7]
   Muslim también relata de ‘Uruah  vía ‘Atâ' lo siguiente: "La  escuchamos usar el siuâk..."[8]
‘Â'ishah  dijo:
"En cualquier momento del  día o de la noche en que el Mensajero de Allah  se  levantaba, él siempre se limpiaba los dientes con un siuâk antes de  efectuar el udû'".[9]
La preocupación del  Profeta por la higiene bucal era tan grande que dijo en una ocasión:
"Si no fuera por temo  agobiar a mi Ummah, les hubiera ordenado usar el siuâk antes de cada  oración".[10]
A ‘Â'ishah  le fue preguntado: “¿Qué es lo  primero que hacía el Profeta 
 cuando llegaba a la casa?”.  Ella contestó: "Usar el siuâk".[11]
   Es muy  extraño ver que algunas musulmanas descuidan estas cuestiones que están entre  los elementos más importantes del carácter de una mujer, aparte de estar en el  propio corazón del Islam.
   Estas  cuestiones son muy importantes en la personalidad de la mujer musulmana, pues  realzan su naturaleza delicada, su belleza y elegancia. También están en el  corazón del Islam, pues el Profeta  instó a la pulcritud en  varias ocasiones, y repudió los olores desagradables, así como también la  apariencia repulsiva. Él dijo:
"Quien coma cebollas,  ajos, o puerros, no debe aproximarse a nuestra mezquita, pues lo que es  desagradable para los hijos de Adán es desagradable también para los  Ángeles".[12]
   El Profeta   desaprobó que fueran a la mezquita aquellos que habían  comido esos vegetales fuertes, para no incomodar a la gente y los Ángeles debido  a su mal aliento. Pero estos olores se volvieron insignificantes al lado del  hedor de la ropa sucia, los calcetines inmundos, los cuerpos sin lavar, y las  bocas sucias de algunos individuos descuidados y negligentes que ofenden a otras  personas en las reuniones.
Cuida su cabello
   El Profeta   también enseñó a los musulmanes a cuidar sus cabellos, y  hacerlos lucir atractivos y hermosos, dentro de los límites de las normas  islámicas.
   Esto está  relatado en el Hadîz  citado por Abû Dâûd proveniente de Abû Hurairah , quien dijo: "El  Mensajero de Allah 
 dijo: ‘Quien tenga cabello, que lo cuide  adecuadamente’”.[13]
El cuidado de nuestro cabello conforme a la enseñanza islámica implica mantenerlo limpio, peinarlo, perfumarlo, y estilizarlo escrupulosamente.
   Al Profeta no  le gustaba la gente que dejaba sus cabellos sin peinar y desarreglados, pues se  asemejaban a las bestias. Él vinculó tal repulsión con la apariencia de Shaitân. En la obra Al Muatta', el Imâm Mâlik  relató un Hadîz  con un isnâd  mursal de ‘Atâ' Ibn  Iasâr, quien dijo:
"El Mensajero de Allah   estaba en la mezquita cuando entró un hombre con su cabello  desarreglado y una barba desaliñada. El Profeta 
 lo señaló  como indicándole que arreglará su cabello y su barba. El hombre se fue e hizo  eso, luego retornó. El Profeta 
 dijo: '¿Acaso esto no es  mejor que presentarse con el cabello desarreglado, luciendo como Shaitân?'"”[14]
La asociación del Profeta, de un hombre de cabello desarreglado con Shaitân, claramente demuestra cuán preocupado está el Islam por una apariencia pura y placentera, y cuán opuesto está a lo desagradable y repulsivo.
   El Profeta   siempre tomaba nota de la apariencia de la gente, y cada  vez que veía a un hombre desaliñado, y con el cabello desarreglado, lo criticaba  debido a su negligencia. El Imâm Ahmad y An Nasâ'i relataron que Yâbir 
 dijo:
"El Mensajero de Allah   vino a visitarnos, y vio a un hombre desarreglado, cuyos  cabellos se esparcían en todas las direcciones, entonces dijo: ‘¿Acaso no pudo  encontrar algo con lo cual peinar su cabello?’".[15]
    Así era  como el Profeta  enseñaba a los hombres a cuidar de sí  mismos, entonces cuánto más aplicables son sus enseñanzas a las mujeres, para  quienes la belleza y la elegancia son más dignas, ya que son los hombres quienes  se acercan a ellas buscando comodidad, tranquilidad y felicidad en su compañía.  Para la mujer musulmana resulta algo obvio que el cabello de una persona es uno  de los rasgos más importantes de la belleza, y el atractivo de una mujer.
Tiene buena apariencia
   No constituye  una sorpresa que la musulmana se preocupe de sus vestimentas y su apariencia,  sin irse a los extremos, o haciendo una exhibición licenciosa de sí misma. Ella  se preocupa por tener una apariencia placentera para su esposo, sus hijos,  parientes mahram  y amigas. Así la gente se siente cómoda con ella. Ella no debe desconcertarlos  con una apariencia desaliñada y repulsiva, pues siempre se controla y cuida de  sí misma, en conformidad con las enseñanzas del Islam que instan a sus  seguidores a lucir bien, de acuerdo a las formas permitidas.
En su comentario sobre la  aleya:
[Diles [¡Oh, Muhammad!]: ¿Quién os ha prohibido engalanaros  y beneficiaros de todo lo bueno que Allah os ha proveído?...] (7:32)
Al Qurtubi dijo que Makhûl relató de  ‘Â'ishah : "Un grupo de los compañeros del  Profeta 
 estaba esperando en la puerta por él, entonces se  preparó para salir y encontrarlos. Había una vasija de agua en la casa y él fijo  su vista en ella para alisarse su barba y sus cabellos. Le pregunté: ‘Mensajero  de Allah, ¿tú también haces eso?’. Él dijo: ‘Sí, cuando un hombre salga para  encontrar a sus hermanos, dejadlo que se prepare apropiadamente, pues Allah 
 es bello y ama la belleza".[16]
   La musulmana  efectúa todo esto, en conformidad con el ideal islámico de moderación, evitando  los extremos, ya sea de exageración o de negligencia.
[Aquellos que cuando hacen una caridad no dan todo lo que  tienen ni tampoco escatiman sino que dan en la justa medida.] (25:67)
   El Islam quiere que sus seguidores, y  especialmente sus predicadores (du‘âh), se destaquen en las reuniones de una manera atractiva, y  por el contrario, repudia un aspecto desagradable o insoportable. Descuidar  nuestra apariencia, hasta el grado de llegar a ser ofensivo para nuestros  compañeros en nombre del ascetismo y de la humildad, no es propio del Islam. El  Profeta , ejemplo del ascetismo y la humildad, solía vestir  con ropas decentes, y se presentaba con una apariencia agradable a su familia y  a sus compañeros. Él consideraba el acto de vestir bien y lucir bien como una  manifestación de las bendiciones de Allah 
: "Allah 
 ama ver los signos de Sus dones en Sus siervos".[17]
   Ibn Sa‘d relató en At Tabaqât (4/346) que  Yundub Ibn Makîz  dijo:
"Cuando llegaba una  delegación para encontrarse con el Mensajero de Allah , él  se ponía sus mejores vestimentas, y ordenaba a sus compañeros hacer lo mismo.  Observé al Profeta 
 el día en que una delegación de Kindah vino para encontrarlo. Vestía una túnica yemení,  y Abû Bakr y ‘Umar  estaban vestidos de manera similar".
   Ibn Al Mubârak, At Tabarâni, Al Hâkim, Al Baihaqi y  otros, relataron que ‘Umar   dijo: "Observé al Mensajero de Allah 
 pedir que le trajeran  una vestimenta nueva, y cuando la vistió exclamó: ¡Alabado sea Allah! Quien me  ha proveído esta vestimenta, con la que cubro mi cuerpo y me engalano."[18]
En tanto este cuidado de  la apariencia exterior de uno no se vaya hacia los extremos, es parte de la  belleza que Allah  ha permitido a Sus siervos y que  alienta a adoptar:
[¡Oh, hijos de Adán! Cubrios [para rezar] y engalanaos  cuando acudáis a las mezquitas. Y comed y bebed con mesura, porque Allah no ama  a los inmoderados. Diles [¡Oh, Muhammad!]: ¿Quién os ha prohibido engalanaros y  beneficiaros de todo lo bueno que Allah os ha proveído? Esto es para que los  creyentes [y también los incrédulos] disfruten [de todo lo bueno] en esta vida,  pero sólo será para los creyentes en la otra. Así es como aclaramos nuestros  preceptos para quienes los comprenden.] (7:31-32)
Muslim relata de Ibn Mas‘ûd  que el Profeta 
 dijo:
"Nadie que tenga el peso  de un átomo de orgullo en su corazón entrará al Paraíso". Un hombre le preguntó:  "¿Y qué hay acerca de un hombre al cual le gusta lucir sus ropas y  su calzado?” (Es  decir, si significa una señal de orgullo) El profeta dijo: “Allah  es bello y ama la belleza. El orgullo significa rechazar la  verdad y menospreciar a la gente".[19]
   Este es el  entendimiento adoptado por los Sahâbah y por quienes les  siguieron con sinceridad. Por ello, el Imâm Abû  Hanîfah  siempre se vestía bien y se aseguraba de  estar limpio y fresco, instando a los demás a hacer lo mismo. Cierto día  encontró a un hombre que acostumbraba asistir a su círculo vestido con ropas  harapientas. Lo llevó aparte y le ofreció mil dirhams para que  se acondicionara un poco. El hombre le contestó: "Yo tengo dinero, no lo  necesito". Abû Hanîfah lo reprendió diciendo:  "¿Acaso no has escuchado el Hadîz: ‘Allah 
 ama ver los signos  de Sus dones en Sus siervos’?. Así que tienes que cambiarte para no aparecer  ofensivo a tu amigo".
   Naturalmente,  aquellos que invitan a la gente hacia el sendero de Allah   deben ser mejores y más agradables en cuanto a la apariencia que los demás, para  ser más capaces de atraer a la gente y hacer que su mensaje llegue a sus  corazones.
   En efecto, a  diferencia de otras personas, a ellos se les exige que sean de ese modo aunque  no salgan a visitar a la gente, porque quienes proclaman la palabra de Allah   deben cuidar de su apariencia y prestar atención a la  limpieza de sus cuerpos, ropas, uñas, y cabellos. Ellos deben llevar a cabo esto  aunque estén en aislamiento o recogimiento, en respuesta al llamado de la  inclinación natural del hombre (fitrah), sobre la cual el  Profeta 
 nos comentó y nos resumió sus requisitos:
"La fitrah consiste en cinco puntos: circuncidarse,  afeitarse el vello del pubis, depilarse las axilas, cortarse las uñas y  recortarse el bigote".[20]
   El cuidado de  uno mismo, de acuerdo a esta fitrah, es algo estimulado  por el Islam y apoyado por toda persona con sentido común y buen gusto.
Ella no va hasta los extremos del embellecimiento, ni hace una exhibición desenfrenada de sí misma
   Prestar la  debida atención a nuestra apariencia no debe hacer caer a la musulmana en la  trampa del exhibicionismo desenfrenado (tabarruy), pues sólo debe mostrar su belleza a su marido y  sus parientes mahram. Ella no debe perturbar el equilibrio, base de  toda la enseñanza islámica, porque la mujer musulmana siempre apunta hacia la  moderación en todas las cosas, y se mantiene alerta para prevenir cualquier  aspecto de su vida.
    Ella nunca olvida que el Islam la  estimula a mostrarse atractiva, dentro de los límites permisibles, pero también  es la religión que la previene de ir hacia los extremos para no convertirse en  una esclava de su apariencia, como dice el siguiente Hadîz:
"¡Qué desdichado es el  esclavo del dinar, del dirham y de las finas vestimentas de terciopelo y  seda! Si esto le es concedido se alegra, y si no le es concedido se  disgusta".[21]
  Hoy en día, muchas  de nuestras mujeres han sido influenciadas por las casas internacionales de  moda, hasta el punto que las mujeres ricas no visten un mismo conjunto más de  una vez. Ellas cayeron en esa esclavitud sobre la que el Profeta  alertó, y como resultado están atrapadas en la miseria de esa  insensata servidumbre al atuendo y a los accesorios excesivamente lujosos. Tales  mujeres se han desviado del propósito por el cual la humanidad fue creada en  este mundo.
    Uno de  los peores excesos en el que han caído muchas mujeres musulmanas es el hábito de  sacar a relucir costosos conjuntos de ropa en las bodas, las cuales se han  transformado en espectáculos de moda, donde la competición es moneda corriente y  se llega a extremos más allá de las esferas del sentido común y de la  moderación. Este fenómeno llega a ser más visible cuando la propia novia viste  todos sus conjuntos, uno tras otro, llegando a sumar hasta diez en algunos  casos. Cada vez que se cambia, sale  y lo saca a relucir entre las otras mujeres  presentes, exactamente como lo hacen las modelos en Occidente. A esas mujeres,  entre quienes este hábito es común, no se les pasa por la cabeza que puede haber  otras mujeres presentes económicamente incapaces de comprar tales conjuntos, y  que pueden sentirse deprimidas, celosas, o hasta hostiles hacia la novia, su  familia, y la demás gente adinerada. Nada de esto ocurriría si las novias fueran  más moderadas y sólo vistieran uno o dos de sus conjuntos en su boda. Sería  mejor que el alardeo extravagante, contradictorio al espíritu equilibrado y  moderado del Islam.
   No existe  duda alguna de que la musulmana que se haya rodeado de las enseñanzas de esta  gran religión estará exceptuada y protegida de tales errores absurdos, porque  adoptó sus principios de moderación.
[1]   Hadîz sahîh hasan narrado por Ahmad, 4/132, y At  Tirmidhi, 4/18, en Kitâb az zuhd, bâb mâ yâ'a fi karâhiiah kazrah al akl.
[2]   Kanz al ummâl, 15/433. Consultar también el valioso  artículo sobre los perjudiciales efectos de sobrellenar el estómago en el  cuerpo, la mente y el alma de una persona, por Muhammad  Nâdhim Nasîmi en la revista Hadârah al islâm, Nº. 5,6, Vol. 15.
[3]   Fath Al  Bâri', 2/370, Kitâb al yumu‘ah, bâb ad dahn li al yumu‘ah. Nota: La  prescripción de usar perfume se aplica a los hombres solamente; a las mujeres  les está prohibido usar perfume cuando salen fuera de sus hogares.
[4]   Hadîz  narrado por ‘Abdullah Ibn ‘Umar, y registrado  como sahîh por Abû ‘Auânah,  Ibn Juzaimah e Ibn Hibbân. Ver también Fath Al Bâri',  2/356, Kitâb al  yumu‘ah, bâb fadl al gusl iaum al yumu‘ah.
[5]   Lo registró Al Bujâri y Muslim. Ver Sharh As Sunnah, 2/166, Kitâb al haid, bâb gusl al yumu‘ah.
[6]   Ver Sâmihah Âi Uîrdi, Min ar riqq ila as  siâdah, Damla  Yayinevi Nº. 89, P. 28.
[7]   Fath Al  Bâri', 3/599, Kitâb al ‘umrah, bâb kam i‘tamara an nabi.
[8]   Sahîh Muslim, 8/236, Kitâb al hayy, bâb  ‘adad ‘umar an nabi ua zamânihinna.
[9]   Hadîz  hasan narrado por Ahmad (6/160) y Abû Dâûd (1/46) en Kitâb at tahârah, bâb as  siuâk.
[10]   Fath Al  Bâri', 2/374, Kitâb al yumu‘ah, bâb as siuâk iaum al yumu‘ah; Sahîh Muslim, 3/143, Kitâb at tahârah, bâb as  siuâk.
[11]   Sahîh Muslim, 3/143, Kitâb at tahârah, bâb as siuâk.
[12]   Sahîh Muslim, 5/50, Kitâb al masâyid, bâb  nahi âkil az zaum ua al basal ‘an hudûr al masyid. 
[13]   Relatado por Abû Dâûd, 4/108, en Kitâb at tarayyul, bâb  fi islâh ash sha‘r; su isnâd es hasan.
[14]   Al Muattâ', 2/949, Kitâb ash sha‘r,  bâb islâh ash sha‘r.
[15]   Hadîz sahîh relatado por Ahmad (3/357) y An Nasâ'i  (8/183) en Kitâb az zînah, bâb taskîn ash sha‘r.
[16]   Ver Tafsîr Al  Qurtubi, 7/197.
[17]   Hadîz  hasan narrado por At Tirmidhi, 4/206, en Kitâb al isti'dhân, bâb  azar an ni‘mah ‘ala al ‘abd.
[18]   Ver At targîb ua at tarhîb, 3/93, Kitâb al libâs ua az zînah
[19]   Sahîh Muslim, 2/89, Kitâb al îmân, bâb  tahrîm al kibr.
[20]   Fath Al  Bâri', 10/334, Kitâb al libâs, bâb qass ash shârib; Muslim, 3/146, Kitâb at tahârah, bâb jisâl al fitrah.
[21] Fath Al Bâri', 6/81, Kitâb al yihâd, bâb al hirâsah fi al gazu fi sabîl Allâh.
 
 

 
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